viernes, 14 de marzo de 2014

Si está vivo, dale al martillo


¡De los creadores de Dale al chicle y Dale al Hueso!
... esperen y verán...

No esperemos más. ¿De acuerdo? Naturalmente, naturalmente, esto tenía que acabar mal, tan mal como empezó. Tanto darle al chicle, de acumular frustración tras frustración, de estar frustrado, de estar frustrado incluso de estar frustrado, de frustrarse incluso antes de poder frustrarse, y después de agotarse sin hacer nada, o haciendo mucho como si no se hiciera nada. Entonces, pausa dramática, este masticar sin parar el propio asco, tanta acumulación de aburrimiento o excitación improductiva que aburre tanto más, conduce de forma inevitable, como las ladillas al centro del deseo, a generar un odio descomunal, un resentimiento,  un malestar insoportable que se ha de volcar de forma destructiva: primero, en el propio mascador de ascos, pero luego inmediatamente al exterior, hacia los demás, contra los demás, contra todos los otros mascadores o no mascadores, porque es tanto el odio acumulado, que amenaza con hacer explotar al  mascador. El liker que le da al chicle y que hace explotar globos de chicle, corre un serio peligro de explotar también. Está a punto de explotar. ¡Cuidado con las explosiones! Y ya se sabe lo que piensa el liker: antes de explotar yo, mejor que explote otro. Dale al like, dale ya, si prefieres que explote cualquiera excepto tú.  ¡Dale al like y dale al martillo! ¡Sin miedo! ¡Con fuerza! Si no lo haces tú, lo hará otro. ¡A qué estás esperando! ¡Es tu turno! ¡No seas el último en machacar! ¡Dale al martillo! ¡Dale al martillo, si está vivo! ¡Dale al martillo y pregunta después! No basta con destrozarse uno mismo, hay que dar con el martillo, emprenderla contra todo bicho viviente, aplastar todo lo que se mueva. El mascador, el mamoneador, se transforma en un martillo pilón, en un martillo cósmico. Este es el origen de Thor, por supuesto. Un pobre infeliz, un desgraciado,  un idiota, al que dan un martillo para que se sienta alguien.  Dale al martillo a ver si te animas, que eres un dios. Y se lo creyó. Por algo era tonto. ¿El dios del trueno? Más bien el dios de los impotentes y los resentidos. El dios del chicle, un dios de pega.

La teoría no es nada sin la práctica, así que pongamos un ejemplo instructivo. Recordemos que todo empieza con el Dale a la teta. Un buen comienzo, no lo negarán; pero dura poco. Antes de que te des cuenta,  se acaba el chollo y te dicen como si nada: "Ya no eres un bebé, eres mayor, eres un niño o una niña". Mal vamos, si de pronto el bebé tiene un sexo que no le hacía ninguna falta. Era un bebé o lo que fuera y ya estaba, no le hacía falta tener género. Pero no, se ve que eso era malo, que lo bueno es ser niño o niña. Primer martillazo. Luego ser bebé también era malo, algo superado, algo inmaduro. ¡Miren cómo me río del bebé qué era! Segundo martillazo. Si es que ese no era yo; ya no soy un bebé, soy mejor que eso, mucho mejor. ¡Qué mala versión de mí mismo que era entonces, pero ahora, ahora, fíjense lo que he mejorado! Ahora sí que soy yo.

Ya saben cómo continúa. Ya no eres un niño, ya eres mayor, eres un adolescente. Ya no eres tan joven, eres mayor, eres un adulto. Ya no eres tan maduro, eres más que mayor, eres un anciano. Y el martilleador va rompiendo una tras otra sus formas imperfectas, todo lo que era que, en realidad, descubre que no era, eso dicen, no era lo que se cree que era. Va machacando su yo pasado al son de "Ese no era yo", "Es que entonces era demasiado joven", para reafirmar su yo presente del cual ya está renegando nada más serlo. Cada martillazo contra sí mismo a su vez es un martillazo, si cabe más fuerte, contra todos los otros yos imperfectos y malos: "No seas niño", "Pareces un bebé", "Eres como un anciano", "Eres un padre de familia", "Ya no eres tan joven", "Ya no tienes edad o todavía no eres lo bastante mayor o eres demasiado pequeño". Todo un festival del martillo que deja al mascador desconcertado y con todas las posibilidades aniquiladas. Con el chicle en la boca; sin saber qué ser. Sea quién sea, en un momento u otro, está mal que sea lo que sea. Nunca está bien que sea. No puede ser nada. Haga lo que haga le dan con el martillo en toda la cabeza. Siempre está equivocado. Siempre hay algo, alguien que le da un martillazo y algo, alguien a quien da un martillazo. No se sabe quién empezó, pero se dan de lo lindo. Abel y Caín no va de otra cosa. Era una cuestión de ver cuántos likes conseguía cada uno, de ver quién era el ganador, de quién era el bueno y quién era el malo.

Ya saben cómo acaba. En el hueso. En el esqueleto. Ya no soy un anciano, ni tan sólo un moribundo, pobres infelices, seres imperfectos que había y hay que aplastar a martillazos. Ya no soy eso, soy mejor que eso, mucho mejor: soy un muerto, estoy muerto. Estoy muerto y le doy al hueso. ¡Miren cómo me río del idiota que era! ¡Ahora sí que estoy bien! ¡Ahora sí que soy yo! ¡Yo y sólo yo! ¡Sólo soy cuando no soy y todos ustedes sólo serán cuando no serán! Así lo dicta la ley. Así debe ser para todos los mascadores de chicle. Quieren mascar, pues tendrán que pasar la vida renegando de todo lo que han sido y serán para acabar siendo lo que no han sido y serán en la tumba. ¡Miren cómo me río! ¡Miren cómo se ríen todos los esqueletos! ¿A que es gracioso? No me digan que no.  Denle al like si lo encuentran gracioso y salgan a la calle con el martillo, no sea que exploten. Nunca es tarde para machacar.



2 comentarios:

  1. ahora me pongo Le doy al martillo Luego al láser ¡Nunca es tarde resentidos! Resentida! Un martillo tiene cera La cera del vbizconde pajillero con agua de río blanca. El deSayuno será en neptuno.

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  2. Los antidisturbios son tan turbios que se manifiestan "contra los violentos". Por eso van armados y martillo en mano. La lapidación es un acto divino que no debería cuestionarse. Es la voluntad de Dios. Dos piedras.

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